viernes, 7 de diciembre de 2012

La estética: nueva forma de violencia contra la mujer


Esther Pineda G.*

Tradicionalmente cuando se aborda la temática de la violencia contra la mujer, con frecuencia la atención es concedida de manera predominante a la violencia física, verbal y psicológica, fundamentalmente ejercida por el hombre. También resaltan las otras 16 formas de violencia tipificadas en la Ley Orgánica sobre el Derecho de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia. Entre estas la violencia sexual, laboral, institucional y otros delitos cometidos contra la mujer, representaron el 12% de las solicitudes ingresadas en el Ministerio Público durante el año 2011.

No obstante, nuestras sociedades contemporáneas experimentan una sociopatía, es decir, una enfermedad social, pues la violencia se ha complejizado, diversificado, masificando e institucionalizado progresivamente. Las mujeres son víctimas de una forma de violencia poco atendida y no tipificada en la normativa jurídica de los países de la región latinoamericana y caribeña, que ha alcanzado grandes proporciones y ha cobrado la vida de una multiplicidad de ellas.

Esa referida agresión es la violencia estética, la cual es de orden psicológico pero que tiene efecto en el aspecto físico de las mujeres, es decir, impacta su subjetividad y también sus cuerpos, pues en nuestra forma de organización social. La belleza se ha establecido como elemento constitutivo de la identidad y valoración femenina, lo cual además posibilita que la sobre valoración estética del cuerpo y los estereotipos de belleza se consoliden como agresión y promoción de futuras y diversas formas de violencia.

La violencia estética se inicia con el proceso de definición de manera arbitraria de modelos y patrones de belleza mediante el imperialismo cultural, donde el principio eurocéntrico monopolizó “lo bello” y lo estético como condición natural de Europa. A partir de ahí fue introducido en el imaginario colectivo que toda forma fisionómica, fenotípica y corporal distinta a la europea es anti-estética, siéndole atribuidas características grotescas, discordantes y no armoniosas.

Además, la violencia estética se materializa en la promoción por parte de los medios de comunicación y difusión masiva, a través de su programación, así como en la industria de la moda, del cine, la música y el mercado cosmético de unos cuerpos femeninos “perfectos”. Se trata de cuerpos ficticios, irreales, fabricados a través de múltiples cirugías y modificaciones corporales invasivas, que se han incrementado en un 80% durante los últimos 20 años.

En este contexto, Venezuela ocupa el lugar número 17 de los 25 países con mas cirugías estéticas del mundo, según una investigación realizada por la Sociedad Internacional de Cirugía Plástica. Entre estas destaca la liposucción realizándose 35 mil 562 procedimientos en el país durante el año 2010 seguido de los implantes de seno, de los cuales se realizan aproximadamente 30 mil al año a pesar de los riesgos asociados a este tipo de intervenciones.

En el mercado capitalista cuando de ganancias se trata los riesgos son ignorados. En dicho mercado los cuerpos ficticios son concebidos como ideales, como un deber ser, un patrón a seguir, y donde las particularidades físicas de las mujeres son denominadas “imperfecciones”, que de acuerdo a los criterios de belleza reproducidos y transmitidos, necesariamente han de ser intervenidas y suprimidas, o en el menor de los casos corregidas.

La violencia estética también se hace manifiesta cuando los hombres desvalorizan la naturalidad del cuerpo femenino, y asumen como criterio de valoración de belleza femenina el canon impuesto por el sistema. Es violencia estética cuando los hombres, esposos, padres, compañeros, novios, hermanos y amigos, promueven en las mujeres que forman parte sus vidas, la transformación de sus cuerpos para lucir más atractivas. El hombre al enfrentarse a la realidad se siente defraudado y reclama a la sociedad esa muñeca de perfectos rasgos y medidas exactas que le ha sido prometida por el mercado capitalista, manifestando su frustración en la frecuente descalificación, humillación y critica hacia la imagen y apariencia física de la mujer por no lucir como es promovida por los medios. Por ello un alto porcentaje de mujeres que se someten a procedimientos estéticos lo hacen por la solicitud de algún hombre, con el cual mantiene una relación sexo-afectiva.

El mercado de la salud también ejerce violencia estética, a través de médicas y médicos inescrupulosos que perciben a las mujeres como objetos, clientes y negocio. Es violencia estética cuando los profesionales de la salud realizan procedimientos en condiciones inadecuadas, introducen en los cuerpos de las mujeres sustancias como los biopolímeros, pese a la prohibición de la administración de dicha sustancia desde el año 2011 por parte del Ministerio del Poder Popular para la Salud, por su alta peligrosidad. Sin embargo, se estima que en el país alrededor de 30 a 40 mil mujeres venezolanas se han inyectado biopolímeros.

También nos encontramos frente a casos de violencia estética cuando las mujeres no son informadas detalladamente, por sus médicas y médicos, asesoradas y advertidas acerca de los riesgos asociados a la realización de procedimientos quirúrgicos o ambulatorios dirigidos a modificar su imagen. Es violencia estética la implementación de instrumentos inadecuados, utilizar materiales vencidos, así como la reutilización de implantes para abaratar los costos e incrementar sus ganancias a costa de la integridad física de las mujeres. Ante esta situación el Ministerio del Poder Popular para la Salud ha realizado más de 5 mil inspecciones a establecimientos donde se practican este tipo de procedimientos y ha cerrado aproximadamente 200 por las irregularidades presentadas.

A pesar de esta situación, no podemos obviar la responsabilidad de la mujer en este hecho. Hacerlo supondría la reproducción del esquema interpretativo patriarcal, en el cual la mujer se considera y define como ser pasivo, desprovista de autonomía e independencia. Por esta razón, fundamentalmente es violencia estética aquella que ejercen las mujeres contra sí mismas, al evaluarse y valorarse a partir de los criterios impuestos por un mercado capitalista que ha cosificado, mercantilizado y comercializado sus cuerpos. Es violencia estética la que cometen las mujeres contra sí al someterse a cirugías invasivas, restricciones alimentarías, procedimientos agresores de su integridad y su naturaleza, así como a todo el conjunto de elementos constitutivos de la tiranía de la belleza, como medio de adecuación a la expectativa social estética y estereotípica de la sociedad. Es violencia estética la que ejercen las mujeres contra sí mismas al borrar su identidad, sus particularidades y someter sus cuerpos al molde impuesto de la belleza. Es violencia estética el renunciar a quienes son, al invisibilizar su historia escrita en sus cuerpos, en sus kilos, en sus marcas, la violencia de borrar su unicidad.

Este tipo de violencia generalmente pasa desapercibida dado que la violencia contra la mujer se encuentra naturalizada. Aunado a ello, está el hecho de que las mujeres asumen esta forma de violencia como ajena, como algo que no puede afectarles directamente. Este es uno de los múltiples elementos que ha dificultado la intervención social con propósitos de revertir la situación de violencia estética.


*La autora es socióloga.
estherpinedag@gmail.com

Publicado en: diario Ciudad CCS
05/12/2012
http://www.ciudadccs.info/?p=359955


domingo, 25 de noviembre de 2012

25 de noviembre: Día Internacional de la NO Violencia contra la Mujer. ¿Dónde están las mujeres víctimas de violencia?

María Fabiola Di Mare Linares*

Publicado en: www.palabrademujer.wordpress.com

A propósito de este día, conviene reflexionar y cuestionar el lugar que han tomado las luchas de género en nuestra sociedad. Asimismo es una oportunidad propicia para referirnos a la necesidad de seguir cuestionando los esquemas de producción y reproducción de sentidos, que siguen contribuyendo con la creación de una imagen-objeto en torno a la condición del ser femenino.


Actualmente, la militancia activa feminista mantiene su ímpetu y lucha para que cada vez más mujeres tomen conciencia en torno a la necesidad de romper con los patrones de poder y desigualdad, los cuales han generado la división sexual del trabajo a través de la naturalización de roles (femenino y masculino) que son producto de una construcción social que condiciona patrones de comportamiento, tareas y acciones en función del sexo con el cual la persona nace.

Hoy en día esta lucha ha tenido una trascendencia como nunca había ocurrido en épocas precedentes en Venezuela. Se han creado condiciones desde el punto de vista jurídico e institucional, formal, en aras de reivindicar y proteger a la mujer frente a la violencia machista del patriarcado, que sigue fuertemente arraigada con terribles estragos en nuestra sociedad.

Sin embargo, los avances del Estado venezolano en lo jurídico e institucional formal, para enfrentar la violencia contra la mujer, no nos está indicando que realmente nos estemos acercando a la liberación de la mujer de las ataduras del machismo y su carga de violencia.

La mujer, maltratada y víctima de violencia de género en Venezuela, se autoexcluye o ha sido excluida de su activismo presencial en esta lucha histórica, que sigue siendo llevada adelante sólo por los colectivos feministas y alguno que otro organismo gubernamental con sus campañas.

En ese sentido, la vocería en presencia pública en torno a la violencia de género no la llevan a cabo las propias mujeres víctimas de la violencia de género. A partir de aquí surgen diversas interrogantes: ¿dónde están las mujeres víctimas de violencia?, ¿por qué no hablan?, ¿hay verdaderos esfuerzos desde los colectivos y sectores feministas, desde los organismo gubernamentales, para otorgarles voz?

Aunque se entiende que la propia sociedad y su orden formal ha creado sus aparatos de coacción que inciden en el temor que tienen las mujeres maltratadas y vejadas por el machismo a denunciar y hablar desde su propia experiencia, la tarea impostergable debería orientarse a impulsar el activismo en pro de la transformación de las viejas estructuras patriarcales para incluir y darle voz a las excluidas de vocería pública, víctimas de la violencia: en los barrios, en diversos espacios sociales, y que se mantienen calladas y sumisas frente a la injusticia y la desigualdad con respecto a los hombres, cuyo testimonio se desconoce en el espacio público.

De la violencia simbólica a la violencia física

Ahora bien. Cuando se trata el tema de la violencia contra la mujer, por lo general se le otorga mayor importancia a la violencia física. No obstante, existe otro tipo de violencia: la violencia simbólica, que está enraizada en matrices de pensamiento o en percepciones tomadas como universales y fijas, que hacen mucho daño a la mujer.

No se trata en este caso de minimizar el daño que produce la violencia física, ni negar el hecho de que existen mujeres golpeadas, violadas, explotadas y humilladas, sino que el orden simbólico ha mantenido a la mujer dominada y ceñida a las ataduras de poder impuestas por el machismo en la sociocultura, que preceden al uso de la fuerza.

Dentro de este proceso han tenido una poderosa contribución instituciones como la familia, la iglesia, la escuela y el Estado. Basta señalar la enorme carga de culpabilidad, discriminación y control que sobre la mujer ha impuesto la iglesia católica, una institución profundamente patriarcal.

Como lo explicó Pierre Bourdieu (2000) en su texto La dominación masculina, la violencia simbólica ha hecho que la propia mujer se autodenigre, reproduzca y asimile las categorías de dominación que proceden desde los dominadores.

Es así como la mujer ha instituido su propia subvaloración, como lo es una constante dificultad para aceptar su cuerpo, en aras de reproducir un estereotipo de belleza o de la moda, que la ha cosificado, la ha convertido en un objeto para el otro.

¿Cuerpo para sí misma o para el otro?

En el marco de la violencia simbólica, la mujer ha sufrido un proceso de inseguridad corporal, en el que ha marcado distancia entre el cuerpo real y el cuerpo ideal, siguiendo con ello los estereotipos de la belleza fabricados desde las industrias culturales, acercándose insistentemente a un modelo estético artificial.

Para muestra, de manera alarmante se puede observar como en Venezuela, así como en diversos países de la región y del mundo, se ha disparado la tasa de cirugías estéticas, principalmente de implantes en senos y glúteos, a través de cuyos procedimientos quirúrgicos las mujeres persiguen un ideal de belleza machista, promovido desde los medios de comunicación, con consecuencias muchas veces trágicas.

Algunos podrán pensar que este tipo de intervenciones estéticas se hacen de manera voluntaria y corresponde con el derecho libre que tienen a hacer y decidir sobre su cuerpo. Pero, ¿a qué ideal están respondiendo estas mujeres?, ¿acaso no están demostrando la asimilación de un esquema de dominación androcéntrico que las lleva a convertirse en objeto de deseo para el hombre?

En la subvaloración que hace la mujer sobre sí misma y sobre su cuerpo, han tenido una carga enorme la publicidad y las industrias culturales, que de manera sutil siguen reproduciendo expresiones machistas, a través de piezas publicitarias que utilizan a la mujer para promocionar artículos de belleza y estética, bebidas alcohólicas, productos para el hogar, higiene y cuidado o artículos sexuales, con lo cual, se maneja una percepción que la enclaustra en estereotipos convencionales. Es así como se muestra en los espacios publicitarios a la mujer preocupada por su imagen, por la casa, por los hijos, por su pareja, pero no por sí misma.

Desafortunadamente, erradicar estos esquemas que frenan la emancipación de la mujer no pasa por la preocupación o esfuerzos desde el Estado, la familia, la escuela o un cambio de comportamiento de parte las empresas de comunicación e información. Esas transformaciones serían significativas; pero es sólo la consciencia de la mujer como individuo y colectivo lo que le permitirá superar el profundo daño de la violencia simbólica y sus terribles consecuencias físicas.

*Lic. en Comunicación Social. Actualmente ejerce la docencia en la carrera de Comunicación Social, Universidad de los Andes, Núcleo Trujillo, Venezuela
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lunes, 19 de noviembre de 2012

¿Enseñar filosofía o enseñar a filosofar?



A menudo, en las universidades se ha vinculado a la filosofía con una escuela de pensamiento o un movimiento determinado, y por ende, cada movimiento o escuela conlleva una enseñanza específica. De allí que, la manera de concebir la filosofía influye en su enseñanza. Como práctica didáctica general, se ha hecho de la filosofía un ejercicio de transmisión frío de un conocimiento acabado, perteneciente a una tradición. 

Cabe aquí citar el reto de Kant, a propósito de la pregunta por la filosofía: "no se puede enseñar filosofía, lo único que se puede hacer es enseñar a filosofar". Se entiende a partir de este planteamiento que la filosofía va más allá del amor al conocimiento y el hecho de comprender los aportes de Sócrates, Platón, Aristóteles, Hegel, Heidegger, Nietzsche, Gadamer, entre otros, sino que requiere una experiencia crítica del pensar, desde sí y desde los otros. Más allá de la preocupación por la formación, filosofar está en el hecho de preguntarse, revisarse, replantearse y cuestionarse, especialmente en torno a aquellas ideas que creíamos fijas y ciertas. 

A propósito de esta necesidad de propiciar la inquietud del sí y el pensamiento crítico, que debe producirse desde nuestros propios contextos sociales y culturales, quiero referirme al trabajo del profesor de filosofía de la Universidad de Buenos Aires, Darío Sztajnszrajber, conductor del programa de televisión Mentira La Verdad, que se transmite a través del canal Encuentro, señal educativa del estado argentino. 

La propuesta de dicho programa se aproxima a la generación de una conciencia crítica del ser, de lo que somos, que se hilvana con contextos sociales actuales, alejada de la teoría abstracta a la que generalmente se circunscribe la enseñanza de la filosofía en las cátedras universitarias. Programas como Mentira La Verdad demuestran que el amor por el saber no es suficiente en la filosofía, puesto que es necesario el amor a conocerse, a aprenderse, a interrogarse. Precisamente, el conductor de este programa, más allá de transmitir un conocimiento, se dedica a propiciar la inquietud y el amor por el preguntarse. 

A través de un medio de difusión masivo, como la televisión, y mediante un formato fresco y creativo, desde este programa se apuesta por generar conciencia crítica en el espectador, que debería inquietarse frente a las interrogantes que cada capítulo propone en torno a temas como el amor, la felicidad, el poder, la amistad, la muerte, la belleza, el alma, entre otros. En el siguiente link pueden encontrar capítulos de la primera y segunda temporada de este programa http://sicarioinfernal.blogspot.com/2012/07/Mentira-La-Verdad.html 

El conductor de este programa de televisión, también cuenta con un espacio radial semanal. Esta semana, Darío Sztajnszrajber hizo una reflexión sobre la (in)tolerancia, con énfasis en el contexto político argentino, pero que bien puede adecuarse para el caso venezolano. Para escucharlo, haz clic en el siguiente enlace:  Darío Sztajnszrajber: La Tolerancia







domingo, 11 de noviembre de 2012

Teresa Sosa: “La mujer está en la calle, se ha hecho voz y palabra”



Por: Merlyn Orejuela
thot55@gmail.com

Decenas de figuras de mujeres de todos los colores, edades y épocas rodean a Teresa Sosa. Su dedicación a la lucha de género se observa en las obras de arte de su acogedor apartamento. Pinturas, libros, esculturas, artesanías y tallados de mujeres, rememoran el camino recorrido por diversas partes del país y del mundo en defensa de los derechos de las mujeres a una vida libre de violencia.

Teresa nació en La Guaira, estado Vargas, en el seno de una familia humilde fundada por  una ama de casa y un pescador artesanal. Con dedicación y amor por el estudio logró dos carreras universitarias: una licenciatura en Trabajo Social y otra en Filosofía. También obtuvo el grado de Magister en Literatura Latinoamericana en la Universidad de Los Andes y realizó un postgrado en Administración en la Universidad Central de Venezuela.

Hoy cuenta con 68 años de edad y conserva su espíritu de lucha intacto, ese que desde muy pequeña la impulsó a trabajar fuerte para superar la pobreza que la afectaba a ella y a su círculo familiar. En ese transitar vio muchos rostros de mujeres vejadas por la injusticia, y esa fue la semilla que la llevó al activismo feminista, una semilla que ya germinó y ha brindado muchos frutos.

Sus constantes investigaciones y reflexiones intentan romper con la marginación y con los hilos de una cultura machista y patriarcal. Entre los temas a destacar en sus estudios se encuentran la violencia de género, la lucha por el aborto libre de riesgo y no punible, así como el abordaje de la simbología de los medios de comunicación social, que invisibilizan y desfiguran a la mujer.

Los primeros pasos de una lucha

Desde los años 70 Teresa Sosa se interesó por la lucha feminista. Una influencia decisiva para su proceso de adhesión al feminismo ocurrió cuando cursaba la carrera de Filosofía en La Universidad del Zulia, lugar donde tuvo como docente a Gloria Comesaña, una feminista que recién había regresado de Francia cargada de nuevas ideas europeas sobre el tema. Para la fecha del encuentro de las dos mujeres, ya Comesaña se había dedicado a agrupar a estudiantes y colegas en la Liga Feminista de Maracaibo, estado Zulia, un espacio al que Sosa se unió sin pensarlo dos veces.

La Liga Feminista hizo una profunda labor activista en Maracaibo, pero quizás una de las experiencias más destacadas que recuerda Sosa fue la ocurrida en 1981. En ese año la asamblea de la Federación Médica de Venezuela fue convocada para tratar por primera vez en la historia del país y como único tema, el aborto como un problema de salud pública. La presencia de las mujeres feministas dentro de la asamblea fue constante y activa, pues participaron en todas las discusiones. 

No obstante, pese a que la discusión en ese momento no logró los objetivos esperados, esta agrupación de mujeres marcó un hito al plantear por primera vez el aborto sin condiciones de riesgo. El peso de la iglesia católica y los argumentos leguleyos del antiguo Congreso fueron demasiado fuertes para cristalizar una propuesta legal. 

Esta primera batalla le dio el impulso necesario a la Liga para consolidar su organización y fortalecer sus espacios de lucha. Fue así como en 1984, el movimiento feminista zuliano fundó la Casa de la Mujer de Maracaibo, un sitio de encuentro, debate y militancia activa a favor de todas las mujeres de la región. Al frente de esta casa estuvo Teresa Sosa como fundadora y directora hasta 1986.


De izquierda a derecha: Teresa Sosa, Gladys Tinedo y Gloria Comesaña


Movimiento Mana Juana: expansión de una lucha sin fronteras

Producto de su transitar académico y profesional, Teresa Sosa se radica en el estado Trujillo en 1987, sin perder nunca la intensidad de su trabajo en pro de la mujer. En este sentido, dio rienda suelta a sus aspiraciones por despertar la intensidad del movimiento feminista en la entidad andina, para lo cual, organizó ese año una exposición de afiches sobre feminismo en la biblioteca pública “Mario Briceño Iragorry” de la capital homónima del estado. El evento fue clave para que otras mujeres se unieran en torno a la causa de los derechos de la mujer, que poco a poco tomó cuerpo hasta que en mayo de 1992 nació el Grupo de Mujeres “Mana Juana”, nombre de un personaje de ficción que es víctima de violencia de género en la novela del escritor  Joaquín Segundo González.

En esa misma época “Mana Juana” logró obtener una página en el Diario de los Andes de Trujillo, que lleva por nombre “Palabra de Mujer”. Desde ese espacio, que cumplió este 2012 una difusión ininterrumpida de 20 años todos los domingos, Sosa y sus compañeras lograron difundir la labor que la agrupación “Mana Juana” hacía en ese y otros estados del país. Uno de los casos más representativos fue el activismo de apoyo dirigido a un grupo de mujeres muy pobres de la ciudad de Trujillo que habían invadido unos terrenos baldíos para construir sus viviendas; en contra de esas mujeres se desató una persecución “tipo nazi” por el gobierno de turno, relata Teresa.

Pero no sólo desde la esfera gubernamental vinieron los problemas, pues el diario en principio no concibió la página exactamente como sus redactoras la pensaron. Al respecto recuerda Sosa: “el jefe de redacción del diario se molestó mucho por ese reportaje, porque pensaba que íbamos a desarrollar una página de belleza, es decir, de la mujer estereotipada. Algunas veces censuraron la página”.

Sin embargo, el trabajo continuó con más ahínco y tuvo cada vez mayor trascendencia pública. Esto permitió abordar la violación y posterior embarazo de una muchacha de 16 años con discapacidad mental. “Emprendimos la lucha por esa causa, pero el agresor tuvo apoyo de un sector político con mucha influencia en Trujillo para la época y el delito gozó de impunidad. Logramos también alcanzar una amplia cobertura en la prensa escrita nacional en torno a un caso de acoso sexual en el sector universitario del país, por parte de un profesor hacia unas estudiantes de la Universidad de Los Andes, Núcleo Trujillo”, recuerda.

Como esas, muchas otras historias han sido tratadas en “Palabra de Mujer”, lo que ha permitido sensibilizar y sumar más mujeres a la causa. La buena receptividad acumulada en 20 años de divulgación y lucha, trascendió los medios de difusión tradicionales hasta llegar al ciberespacio hace cuatro años. Desde el año 2008, los contenidos de la página impresa que dirige Teresa Sosa, son publicados también en el blog www.palabrademujer.wordpress.com, un espacio en línea que contabiliza más de un millón cuatrocientos mil visitantes en todo el mundo hasta la fecha.


 Cumbre de la Mujer. China, 1995


Aborto: “Es su cuerpo, es su vida y es su decisión”

En todos los años de lucha a nivel individual y colectivo, quizás el tema del aborto es uno de los más preponderantes para Sosa. Ella sostiene que la prohibición de éste es parte de una dogmática que fue construyendo la alta jerarquía de prelados de la iglesia católica, porque hasta el siglo XII el aborto no era penado por la curia romana. “La prohibición del aborto en el mundo católico se debe a que un porcentaje muy alto de la feligresía lo conforman mujeres. En la medida en que te controlan el cuerpo, te controlan la vida. La mayoría de las mujeres que deciden abortar, lo ocultan, incluso a personas allegadas, por miedo a la estigmatización”, indica.

“La mujer tiene derecho a decidir sobre su cuerpo, tiene derecho al aborto sin condiciones de riesgo. Lo que impide el aborto legal, en la mayoría de los países, son las tradiciones y creencias religiosas que tienen mucho peso en las decisiones políticas de Estado. En nuestra sociedad, religiones como la católica tienen mucha influencia en altos niveles políticos, de allí que no se avance en Venezuela en un proyecto jurídico que permita la legalización del aborto y se respeten los derechos reproductivos de la mujer”.

Ningún obstáculo ha sido lo suficientemente fuerte como para que Sosa frene su fervor por reivindicar el derecho que tiene la mujer a decidir sobre su cuerpo, sin presiones de ningún tipo.   



Teresa Sosa con integrantes de asociaciones de mujeres del País Vasco, 1996.


“Todas las mujeres hemos sido víctimas de violencia”

En el plano de la violencia contra la mujer se suele hablar, por lo general, de la que se ejerce físicamente, pero Teresa Sosa, además de ocuparse de esta problemática, reflexiona siempre sobre el tema de la violencia simbólica hacia la mujer en la sociedad.

Su experiencia e investigaciones en la materia le permiten hacer un análisis sobre el abordaje de los medios de comunicación social en torno a la mujer. “En la sociedad funciona un aparato simbólico muy grande, que ha dificultado mucho y sigue dificultando los logros y el avance de las luchas de las mujeres contra la violencia de género y la igualdad con respecto a los hombres. La publicidad juega un papel importante en reforzar el estereotipo de una mujer objeto, encasillada y sometida a la voluntad del machismo”.

“Todas las mujeres hemos sido víctimas de violencia de género. No solamente es el maltrato físico, sino también la descalificación y el insulto. El peligro de eso es el proceso de naturalización que viene ocurriendo en la mente de la gente, el impacto que tiene lo simbólico en la conciencia”, asegura Sosa.

Al profundizar sobre este aspecto, Sosa afirma que para romper con el machismo el acceso a la educación es esencial. “Al tener una profesión o un oficio se puede tener independencia económica y abrir brecha contra la subordinación de la mujer hacia el hombre”,

Este planteamiento de Sosa pasa por cuestionar el desequilibrio sexual en cuanto a la distribución de las tareas del trabajo del hogar, por citar un ejemplo cotidiano, donde tradicionalmente la mujer tiene una mayor carga debido a la naturalización de los roles de acuerdo al género como construcción social.


Mujer, política y medios de comunicación
    
Sosa afirma que uno de los primeros logros en estos años de Revolución Bolivariana ha sido la incorporación del lenguaje de género en la Constitución, al incorporar a “ellas y ellos”. No duda en afirmar que en Venezuela el nuevo léxico constitucional marcó ruptura para avanzar “porque la primera invisibilización de la mujer está en el lenguaje”.

Para ella, uno de los aspectos más notables en estos momentos de cambios políticos en el país, es que las mujeres ahora están muy visibles en la lucha de calle, en sus comunidades. “En el plano de lo simbólico eso surte buen efecto mediático, ahora la mujer es lideresa y habla de sus proyectos en los medios de comunicación. Eso es fabuloso, se atreve a hablar en voz alta”.

“Cuando estas mujeres, en su mayoría de los sectores populares, ven ahora que su lucha es fructífera para la satisfacción de sus necesidades, las de su familia, sus hijos, su casa, sus comunidades, que han hecho públicas desde su propia palabra, se comenzará a abrir otro proceso, la lucha paso a paso por sus derechos de género y políticos, pero de una manera más reflexiva y conciente. Todavía no hemos llegado a ese momento glorioso en  la Venezuela actual”, expone Sosa. 


Teresa Sosa en el estudio de su apartamento, 2012


Con mucha pasión relata Teresa Sosa sus vivencias, conocimientos y experiencias en este incansable camino por el feminismo, que le ha costado incluso la estigmatización por parte de representantes del catolicismo y de grupos reaccionarios. “A la mujer de mi país le digo que continúe en pie de lucha por sus derechos y no sólo por los derechos que protegen a la familia y a sus hijos, sino aquellos que la protegen como ser humano, como persona. Debe educarse y prepararse para avanzar, porque la única manera digna de avanzar es a través de la educación, y felizmente están abiertas en la actualidad diversas oportunidades en ese sentido en Venezuela”, finaliza sonriendo con la calidez y el entusiasmo de mujer luchadora.





domingo, 4 de noviembre de 2012

Antinomias venezolanas: sentimientos postelectorales en una población polarizada



Se aproxima otro proceso electoral en Venezuela. Desde hace varios años, cada convocatoria a las urnas de votación implica elegir entre el binomio chavismo- antichavismo, que a su vez involucra un alto grado de sentimientos y emociones para los ciudadanos, se esté desde una u otra posición. De allí parte esta primera reflexión.

 El día siguiente a las elecciones presidenciales del 7 de octubre en Venezuela, en las que nuevamente resultó ganador el presidente Hugo Chávez, muchos despertaron satisfechos, jubilosos y aún embriagados con la victoria de la noche anterior. No obstante, otro amplio sector de la sociedad, que votó en contra del proyecto del actual mandatario, no dejó de sentir desazón frente al desenlace de una campaña electoral llena de muchas expectativas sobre la continuidad de un proyecto político o el emprendimiento de otro radicalmente diferente.

De hecho, desde hace varios años, cualquier extranjero que visite Venezuela notará que, junto a sus exuberantes y variados paisajes, lo abigarrada y jovial de su gente, está presente, de manera muy particular, la conformidad o discrepancia con el modelo político actual.

Para continuar con esta reflexión, es necesario contextualizar lo que ocurre. A partir de 1989 viene gestándose un proceso, en el cual, el país dejó de proyectar una imagen artificial, que se construyó a partir de las industrias culturales y que tenía, entre otros slogans, “el país de las mujeres bellas”, o que apostaba por aquel reflejo de Venezuela como una vitrina de exhibición para toda América Latina, con un modelo de paz y entendimiento entre los sectores sociales. A causa de una serie de hechos históricos en la década de los noventa, adviene el fenómeno político Chávez, que logra alcanzar el poder por la vía electoral en 1999.  

Desde hace más de diez años, con el desplazamiento de la elite que tradicionalmente ocupó los espacios del poder estatal y la ejecución de una serie de reformas políticas, económicas y sociales, se desencadenó un proceso de confrontación entre quienes detentan ahora el poder y quienes lo perdieron. No obstante, la discusión y diatriba política no permaneció en las capas altas o medias de poder, como ocurría antes, sino que involucró a toda la población, que ahora vive inmersa en un clima de polarización casi permanente, pero con gradaciones que disminuyen o se intensifican de acuerdo a la agitación electoral.

En ese sentido, en el campo político, Venezuela pareciera estar conformada por dos grandes grupos, denominados bajo los ya comunes términos de “chavistas” y “antichavistas”, calificativos que incluso se han entronizado en el imaginario colectivo, a partir de tipologías creadas sobre la base del sentido común y no de la razón, que supondrían la pertenencia a una posición social, educativa o económica, privilegiada o no.

Verdad de Perogrullo, todo dependerá del lente con el que se mire y el lugar que se ocupe. Tomando como referencia a Iuri Lotman (1996) y su teoría sobre la Semiosfera, podría decirse que la exclusión o inclusión moral dependerá del lugar que cada quien piensa que ocupa dentro del entramado político: periférico o central. Ambas nociones sólo tienen sentido desde un punto de vista particular, puesto que, tanto periferia como centro son concepciones relativas a la posición y reconocimiento en torno a sí mismo y a quienes están alrededor.

La idea ahora es analizar desde las relaciones y espacios cotidianos, virtuales y reales, cómo se expresa la escasa empatía hacia el otro en este escenario político. Para observar esta idea con más claridad, a continuación se presentan algunos epítetos muy utilizados en este momento para definir al otro, es decir, aquel que es ajeno a la posición propia. En posturas extremas de parte de quienes apoyan al gobierno actual, los peyorativos más comunes son: “majunche”, “escuálido”, “escuaca”, “fascista”, entre otros; en el mismo orden, por parte de quienes se ubican en posturas radicales de oposición, se repiten términos descalificativos hacia el otro sector, tales como: “lumpen”, “indio”, “tierrúo”, “negro”, “mono”, “ignorante”, por mencionar algunos. La expresión de estas y otras descalificaciones, que muestran una conducta intolerante, se observan en aquellas personas o sectores con posturas intransigentes, que exacerban sus ánimos con el apogeo  de la contienda electoral.

En este marco, retomando los recientes resultados de los comicios presidenciales y la forma pacífica y ciudadana asumida por la población frente a éstos (pese a los pronósticos de violencia en días previos, que podrían calificarse como otro síntoma de la neurosis y ansiedad colectiva en medio de la efervescencia electoral) se observó que la sensación de derrota que invadió a muchos, en algunos casos, estuvo rayana con la tristeza, el odio, el racismo y demás expresiones de intolerancia.

Esto demuestra que cada proceso electoral en Venezuela implica un nivel de involucramiento emocional significativo en las personas, lo cual quedó confirmado en los recientes comicios presidenciales. Estas conductas y reacciones han sido analizadas por psiquiatras y psicólogos del país, como Axel Capriles, profesor de la Universidad Católica Andrés Bello y coordinador del programa de formación de la Sociedad Venezolana de Analistas Jungianos (SVAJ), quien opinó sobre el sentimiento de perplejidad e incomprensión por parte de los venezolanos que no entienden cómo puede haber ocho millones de personas que votan por la opción del presidente Chávez (Capriles, 2012). A su juicio, la única forma de resolver esta conmoción es desarrollar una gran labor de simpatía, de ponerse en el lugar del otro y ver qué hay de nuestros valores y mensajes que no están presentes en el otro sector.
  
Asimismo, el psiquiatra Edgar Belfort, director de la Asociación Mundial de Psiquiatría, reconoció la alegría y el entusiasmo electoral de los venezolanos, pero a su vez señaló que “hubo una reacción inesperada, una reacción de duelo, que puede durar horas o meses. La buena noticia es que nadie muere de esto y uno se recupera, es una reacción afectiva  adaptativa ante una pérdida con una cantidad de alteraciones en la conducta, en las emociones neurofisiológicas, pero que se puede recuperar fácilmente” (Belfort, 2012).    

Las dos fuentes citadas coinciden en que la salida a esta situación pasa por el hecho de que cada sector reconozca las diferencias del otro. En las relaciones sociales e interpersonales, la estrategia estaría en ubicarse en el lugar del otro. El semiólogo y critico literario Tzvetan Todorov (2003), refiere tres ejes en los que se puede situar la problemática de la alteridad. En primer lugar hay un plano axiológico, que implica un juicio de valor: “el otro es bueno o malo, lo quiero o no lo quiero, es igual o inferior a mí”.  En segundo término se ubica el nivel praxiológico: “adopto los valores del otro, me identifico con él, o asimilo al otro a mí, le impongo mi propia imagen; dentro de este eje hay un tercer punto, que es la neutralidad”. En tercer lugar, se ubica el plano epistémico: “conozco o ignoro la identidad del otro” (Todorov, 2003: 221).

Todorov, en sus estudios sobre el problema del otro en el contexto de la conquista y colonización española en tierras americanas y el papel que jugaron personajes históricos, como Cristóbal Colón o Fray Bartolomé de Las Casas, frente a la cultura de los aborígenes, constató que vivir la alteridad es un proceso que comienza al evitar las posturas asimilacionistas y reconocer los valores que cada persona y grupo social tiene.

En el juego de las alteridades se podría localizar la clave para enfrentar la dificultad actual entre ambas antinomias venezolanas. ¿Qué requerimos los venezolanos para encaminarnos hacia ese proceso de reflexión?  

Vivir la diferencia

Vivir la diferencia se dice muy fácil, pero no lo es. El intento por resolver este problema y encontrar un punto de entendimiento, podríamos ubicarlo nuevamente en los tres ejes descritos por Todorov. En el plano axiológico, se podría intentar estimar y valorar la opinión del otro, no en función del ideal propio, sino del que es ajeno, lo que implica también en este estadio asumir una suerte de papel de “neutralidad” frente a la opinión política contraria.

En el orden epistémico o del conocimiento, la segunda salida sería posible a través del diálogo, en el que ninguna de las voces reduce a la otra al estado de objeto, sino que hay un reconocimiento de esta diferencia a través de la valoración del otro como sujeto, es decir, reconocer el “yo” de los “otros” que habitan y forman parte del entramado social.

Esta última estrategia sería ideal para avanzar hacia la construcción de una verdadera cultura política, en la que se entablen las diferencias con respeto y se propongan soluciones viables a los problemas del país. Alcanzar este estado permitiría que, con la llega de cada contienda electoral, no se exacerbe de esa forma el clima de confrontación. Aunque ambos polos se nieguen al reconocimiento mutuo, son ciudadanos venezolanos, indivisibles, que se necesitan uno del otro.

Referencias
·         Belfort, Edgar (2012). Reconciliación en Venezuela "Entre Periodistas" 09 10 2012 [Documento en línea]. Revisado el 26/10/12. Disponible en: http://www.youtube.com/watch?feature=player_embedded&v=5h-mCnmRSn4#!

·         Capriles, Axel (2012). Reconciliación en Venezuela "Entre Periodistas" 09 10 2012 [Documento en línea]. Revisado el 26/10/12. Disponible en: http://www.youtube.com/watch?feature=player_embedded&v=5h-mCnmRSn4#!

·         Lotman, Iuri (1996). La semiosfera I. Semiótica de la cultura y del texto. Madrid: Ediciones de Desiderio Navarro.

·         Todorov, Tzvetan (2008). La conquista de América. El problema del otro. Argentina: Siglo Veintiuno Editores.