Como
un discípulo del lobo recrea una cosmovisión sobre la
vida y la permanente búsqueda de la dimensión de la existencia. La pregunta por
esencia humana se conjuga con las marcas del tiempo, que están en la memoria
del poeta y trascienden en el oficio escritural.
El
poeta transita en permanente reconfiguración a través del ejercicio de la
conciencia para intentar forjar su identidad. En la búsqueda se interroga a sí
mismo e indaga sobre un pasado que ahora regresa y va sucediéndose de manera
atemporal:
¿He amado? ¿He vivido? ¿He ganado
o he perdido?
No sé. Todo se mezcla a veces y
resulto confuso
como una trama en la que se
desdibuja el argumento
los hilos centrales de la historia
y es confusa la vida del
protagonista
y no sabemos finalmente qué se
nos cuenta
ni quién habla
como un payaso salido de la
escena
al que se le derrite su
maquillaje
y nada sabremos de nada
incluido el final de las pequeñas
historias
que no se resuelven
en las que se cruzan tantos
personajes
lanzados al azar
de su propio fervor.
¡Ay!, que no se vayan los
aplausos
¡ay!, que no se vayan los
aguinaldos, las parrandas
los villancicos
las felicitaciones
los regalos, las consideraciones
de bondad y bienestar
el cielo restelleante del año
nuevo.
¡Ay!, que no se vaya la vida
la bellísima vida de cualquier
hoja, insecto, ave
que se quede vibrando siempre
todo
alrededor de este milimétrico
segundo de felicidad
y de aplausos.
El hilo conductor de la vida en
el texto es el amor y sus múltiples gradaciones. El amor inmoderado y pasional;
el amor fraterno, de padre, de hijo, de amigo, de hermano, de pareja. El amor y
la pasión muestran al poeta escindido: es hombre, es animal o es divinidad.
Todo va sucediéndose, alternándose, no hay inmutabilidad y menos en la memoria,
que es un transcurrir permanente. Es así como el poeta se busca en la casa de
la madre, pero también en el lecho de una amante fugaz; se trata de un hacerse
y reconfigurarse en estado permanente.
Hay un constante fluir, una marcha hacia la tierra movible del pasado y del futuro. Como diría Octavio Paz, el presente fijo es una condenación, pues nos encierra en
un estado en que, si no es la muerte, tampoco es la vida. De allí que las
huellas de una vida plena sean esas marcas de la existencia que retrotraemos, con
sus accidentes, derrotas y triunfos.
Yo soy como ropa tendida al aire
pudorosamente exhibida
en su poco de vergüenza íntima
agujereada de sol
y de lluvia
desleída de su primer color
alguna vez, quizás
tanto amor del viento
me hará invisible.
El poeta es genuino, es sí mismo
y se reconoce en los otros. ¿Por qué un discípulo del lobo? Es discípulo del
lobo porque en él se descubre ansias de depredación, deseos de animalidad,
conquista, pecado, tiniebla, voracidad, lujuria, pero al mismo tiempo su poética
transmite la fuerza y luminosidad de la existencia.
La pasión y el amor libres,
creados desde la palabra, están presentes en el texto poético. La mujer vive
desde su exaltación como sujeto erótico y amoroso. También los seres
de la alteridad, como las prostitutas y los proxenetas, tienen su espacio en un
devenir de relatos desenterrados, anécdotas cotidianas y obsesiones que se
transforman en imaginación creadora. En esta invención poética intimista hay una
idea latente de la finitud e irreversibilidad, que se interroga y cuestiona; pero
al mismo tiempo se rehace la vida y el transcurrir en cada poema, que
convierten a Como un discípulo del lobo
en testimonios vitales de instantes únicos y a la vez cotidianos.
Pero el mundo textual que
circunda al poeta es su verdadera plenitud y en él se encuentra a sí mismo. La
pasión por la palabra lo subvierte; sólo el verbo puede redimir el instante,
salvar el recuerdo y hacerlo perdurable. Esa idea en torno al lenguaje se vuelve
recurrente en el texto. A continuación se observa esta idea en el poema Palabras I:
El lenguaje es mi altura y mi
miseria
como deslumbrantes fantasmas las
palabras
se me escurren
obsesivamente las busco
como una misteriosa mujer amada
y no las encuentro
camino tras ellas
imagino tenerlas
y se desvanecen
cuando alguna vez por azar creo
poseerlas
tropiezo
nunca sé verdaderamente
a dónde me conducen.
La palabra creadora y la búsqueda
de “sorpresivas frases” o el “garabatear en hojas” es la pasión de Douglas
Bohórquez. Revive cada día en la página y en la frase luminosa; se encuentra a
sí mismo y a los otros en un transcurrir que captura para inmortalizarlo. La
poesía es su religión y la libertad amorosa en el
verbo su redención.
